martes, 7 de octubre de 2008

Quién sería yo sin ellos


Tengo una debilidad; los peluches.
Desde pequeño me gustan, y siempre he tenido gran cantidad de ellos. De todos los aspectos y colores; en todas partes de mi habitación, en mi cama, en las paredes, dentro de los armarios, hasta dentro de el bolso que siempre llevo. Siempre tengo que sentir el tacto suave de un peluche para animarme.....
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Rulo, Osito, Kiko, Bicho, Panchito, Curro, Txefín, Milú, hay tantos que ya ni me acuerdo, aunque intento no olvidarme del nombre que les pongo cuando o me los regalan o me los compro, pero con mi osito favorito me pasó algo curioso.....
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Cuando a mi hermano le operaron del apéndice a los cuatro años, una operación a vida o muerte, nuestra vecina le regaló a Osito, un oso de peluche azul y blanco, normal y corriente, así pudo dormir todas las noches con él, pero yo no tenía ninguno, y le envidiaba muchísimo....
Tardé 8 años en igualar esa injusticia, pero nadie fue el culpable de su compra o de su regalo, el destino lo puso delante de mí.....
Era el verano de 1991, aproximadamente, estábamos en el pueblo de nuestros padres, Cámbil, en la provincia de Jaén, y yo me encontraba jugando solo en la calle, imaginándome alguna historia heroica, donde salvaba a mi amada. Los demás niños estaban durmiendo ya que eran las cinco de la tarde ....
Cuando ya me volvía para casa, me di cuenta de que encima del capó de un coche había algo, un peluche. Azul y blanco, con la cabeza muy grande, casi tanto como el cuerpo, y con las extremidades muy pequeñas. Enseguida me enamoré de él, y sentí tristeza por el niño que lo había perdido, asi que me pase toda la tarde llamando de casa en casa para encontrar su dueño, pero no existía. Ya cercana la noche decidí que ya había dado demasiadas posibilidades al dueño, a partir de ese momento lo tomé como mío.....
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Esa noche lo pasó metido en la lavadora, y yo contaba las horas para poder dormir con él al día siguiente. Vi como mi madre lo sacaba de la lavadora, reluciente, oliendo a suavizante, como lo tendía en una cuerda, para que se secara. El día se hacía corto y largo a la vez, estaba deseando que llegara la noche para abrazarlo y dormir con él, pero siempre que me acercaba a él lo notaba mojado.....
Una hora antes de ir a dormir, mientras veía la tele con mi hermano y mis primos, mi madre se acercó a mí y me lo dio. Era el peluche más bonito del mundo, aunque a nadie parecía gustarle. Cabezón, desproporcionado, sin expresión. Desde ese momento se convirtió en mi favorito, (y sigue siéndolo), pero había una pega; no tenía nombre.....
No quería ponerle un nombre ridículo, y mi hermano sabiendo lo importante que iba a ser para mi me ayudó. Lo cogió en brazos y me dijo: - Peluc.....
Era sencillo, gracioso y original, pero no entendía como se le había ocurrido tan pronto.....
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-Mira la etiqueta. –me dijo.....
Allí estaba, en la etiqueta rota en una de sus patitas lo ponía, en letras de imprenta: ....
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® PELUC….....
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La etiqueta se había roto por esa letra, aunque en su totalidad quisiera decir Peluche.....
Hace 17 años de aquello, y aunque tenga varias costuras y remiendos, sigue vivo y sigo pudiendo jugar con él, y, (lo admito), durmiendo con él.....
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Le debo la vida a mis peluches, siempre que he estado depre o bajo de ánimo, he cogido a alguno de ellos y me he abrazado a él. Sé que suena ridículo pero algunas noches he podido sentir como me besaban o como me acariciaban.....
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Espero poder dárselos a mis hijos, para que sigan jugando con ellos, y sigan cuidándolos como yo lo he hecho, pero Peluc tendrá un sitio guardado cerca de mi cama.....


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