viernes, 10 de octubre de 2008

Fuera de sitio

Esta semana he retomado mis clases en la universidad, después de mi año sabático.
Me trae muchos recuerdos estar en esa facultad. Mire donde mire me vienen a la cabeza besos furtivos, soledad, risas, abrazos, caricias, desamparo, tumulto.
Mil cosas me han pasado entre sus paredes, y también fuera de ellas.
Conocí a uno de los amores de mi vida, la mujer que más daño me ha hecho.
Allí nació el germen de mi escritura, gracias a las cuantiosas lecturas desconocidas para mí.
Ya no conozco a nadie, solo a un gran amigo, Jorge. Me siento muy solo allí, sé que no pertenezco a esas clases soporíferas, o a las lecciones inservibles, pero si al ambiente de fuera, a las conversaciones en el bar, a las cervezas en las entradas, y sobre todo, a los besos que pude dar.
María, Luis, Alberto, Irene, Leticia, María, (otra). Nombres llenos de amarguras, y casi extintos.
Mi lugar está en los libros que leen los universitarios, leyendo en la intemperie, o simplemente paseando en buena compañía.
No valgo para ser filólogo, aunque ame a la literatura como a mi propia vida. Valgo para escribir, para leer, para aprender, pero no para memorizar.

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