viernes, 10 de octubre de 2008

Bendita acompañante

Siempre me he considerado un ser nocturno, funciono mejor de noche que de día. Estoy más activo.
Desde hace casi un año escribo mi novela a partir de la 1 de la noche, no soy capaz de concentrarme antes de esa hora, y eso a sabiendas de que tenga que madrugar al día siguiente.
La noche es la inspiración, es el enigma, es la victoria de la oscuridad a la claridad, es mi lugar.
No mentiré, adoro dormir, pero me gusta aprovechar la noche todo lo que puedo, y no sólo me refiero a salir, si no a conversar con una persona interesante, leer, escribir, o simplemente imaginar una historia en la cama.
Sobre todo me gustan las noches tranquilas, en las que no escucho nada, ni la lluvia, ni los coches, donde únicamente escuchó mis pensamientos.
También tengo que reconocer que hay noches, y noches. En ciertas ocasiones prefiero meterme en la cama temprano, pero es cuando aparece el insomnio, que llevo soportando desde que descubrí lo que esconden las noches.
Cuanto más me mentalizo para dormir, más me desvelo, pero cuanto más intento mantenerme despierto, antes me duermo. Creo recordar que eso lo comentan en la película de “Salvar al soldado Ryan”.
Hace unos años, mi amiga Vanesa me dijo que cuanto más se duerme, más sueño se tiene cuando uno se despierta, y es verdad. Te despiertas, somnoliento, calentito de las sábanas, después de haber dormido 8 ó 9 horas, y lo único que quieres es seguir durmiendo, pero en cambio, cuando solo puedes dormir 5 ó menos horas, te despiertas bien, o casi siempre bien, como si no hubieras dormido, es curioso.

Adoro escribir de noche, delante de mi ventana, ahora tapada por el fresco, sin coches pasando delante de ella, con mi gato Rufo en mi regazo.
La noche siempre será mi amiga, espero que nunca me fallé, aunque sé que yo si la he fallado varias veces. Qué me perdone.

No hay comentarios: