jueves, 11 de diciembre de 2008

Pasos huecos

Vengo del hospital. Detesto los hospitales, ese hedor cargado, ese quejido perpetuo, pasos huecos.
Mi madre tiene roto el tobillo, cuando en un principio solo nos dijeron que era un esguince leve, ¡Hay que joderse!
Lo peor son las horas muertas, esperando algo que algo que no sabemos que es.
Miles de caras, todas ellas desconocidas, anhelan algo parecido a lo que espero: una solución.
Un café, dos. Minutos, horas. El tiempo se indefine.
Uniformes blancos, verdes. Camillas, traqueteo de sillas de ruedas. Qué sentimiento más extraño.
La última vez que pisé un hospital fue cuando me operaron de fimosis, hace casi 3 años, y lo pasé tan mal que quisiera volver a repetir la experiencia.
Me acuerdo que mi operación fue sin anestesia, y en mi vida he sentido tanto dolor, hasta se me paralizó el lado izquierdo del cuerpo. Lagrimones como puños. Qué dolor.
Es curioso pero tampoco me gustan las series de hospitales, la única que aguanto ver es “House”, y solo por House.
Me quedan dos semanas de éstas esperas ásperas, y de este mal sentir.
Qué espera más larga cuando no sabes como pasan los minutos.

lunes, 8 de diciembre de 2008

¿El Retiro?, sólo contémplalo.

Es el otoño en la ciudad, aunque no haya llegado aún.
Sus hojas caídas, su tranquilidad en medio del caos. Cinco minutos más, por favor.
Una trompeta suena a lo lejos, otorgando un halo de comodidad. La canción; desconocida, por supuesto.
Laberinto de árboles, con inscripciones grabadas a fuego en su piel.

Piedra, arena. Gris, verdad. Marrón, blanco. Bosque del olvido.

Hiede a invierno a punto de llegar, a perpetuo otoño. Lágrimas de primavera.
Huele a gentes que pasean, eternamente, por sus venas.

El camino más especial es el más solitario.
Me disipo en su corazón, perdido, hallado, abandonado, yo. El silencio me inunda, y lo acallo.

Brazos desnudos, despojados de sus hijos, arrojados a sus pies.

Veo un guante, despojo de una visita furtiva. O de un lance desafortunado, sea como sea, una historia interesante se entrelaza en sus lanas.

No conozco mejor lugar donde pueda descansar la luz, la verdad, en este apagado día. Todo está inundado de verdad, de una verdad eterna, de una verdad perenne.

Te respiro, me despido, hasta pronto.
Atardecer en éste otoño invernal, en este frío sol desnudo.
Donde los recuerdos se vuelven cristal, y el pasado es apenas unas gotas de rocío.
Eternidad, nada más.