martes, 7 de octubre de 2008

Miedo, siempre

Fue hace un par de años.
Siempre que voy al Cambíl, el pueblo de mis padres, visitó a mi abuela, como os dije hace tiempo, murió, recién cumple 5 años.
Era Agosto.
En Jaén hay poco que hacer, pasear, pensar, leer, esperar, y poco más. Tranquilidad toda la del mundo, pero siempre estás solo.
El mismo día que llegué dejé mi mochila y me fui a ver a mi abuela. Desde mi casa de allí hasta el cementerio dista unos 2 ó 3 kilómetros, y casi todo en cuesta arriba.
Esa vez me acompañó mi padre, y mientras íbamos andando me contaba historias de su infancia en ese páramo tan singular. Me las sé de memoria pero me gusta que mi padre tenga frescos sus recuerdos. De vez en cuando le hacía preguntas para demostrarle que tenía interés, y así fue hasta que llegamos al cementerio.
Es un cementerio muy pequeño, en apenas 30 minutos se puede recorrer entero.
Mis abuelos están en unos nichos, muy cerca de la puerta de entrada.
Como siempre hago cuando voy, les recité la poesía que les hice cuando murieron, y dejé una copia de ella dentro de uno de los floreros.
No pensaba hacer nada, pero mi padre quería ver a sus abuelos, y un primo suyo muy querido, que murió muy joven. Para llegar a ellos se debería pasar por la zona antigua del cementerio, es decir por las tumbas que no tienen losa encima, solo tienen arena, y las cruces estaban en demasiado mal estado.
Mi padre se adelantó, impaciente por verlos, pero yo cuando entraba en la zona antigua me quedé petrificado, no podía andar, y no es que hubiera visto un fantasma ni nada parecido, si no que el miedo se apoderó de mí. Dentro de mi cabeza empecé a escuchar lamentos, súplicas de ayuda, gritos. Solo estábamos mi padre y yo, y cada vez notaba esos ruidos más cerca de mí. Como pude di un paso hacía atrás y todo desapareció.
Era como si el límite de la zona antigua estuviera lleno de dolor, y me inundara ese padecimiento.
Con toda la valentía que podía di un paso hacía mi padre, sin saber cómo comencé a llorar, un lloró continuo, como si estuviera viendo la agonía final de un ser querido, como si estuviera viendo morir a mi hermano. Me caí al suelo de rodillas.
Mi padre, al verme, vino corriendo hacía mi, pensado que me había golpeado en algo, yo solo pude balbucear, con los ojos totalmente abiertos, mirando a un punto fijo de las lápidas. No veía nada, pero estaba aterrorizado, pero nunca supe porqué.
Mi padre me levantó de allí, y cuando andamos varios pasos, me recuperé. Era incomprensible.
Cuando salíamos de allí, se lo conté todo, y aunque creyó que al principio le tomaba el pelo, cuando le conté que escuchaba unos gritos de dolor, suplicas por la vida, me dijo que ese fue uno de los lugares donde en la guerra civil se usaron para fusilar a miembros de familia republicana, que no habían hecho nada malo.
sin poder explicármelo, siempre me he creído una persona sensible, pero no tanto.

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