miércoles, 8 de octubre de 2008

Qué noche la de aquel día

Nunca me he creído de héroe de nada, pero cuando hacen daño o intentan hacer daño a alguien a quien quiero, intentó rebelarme.
Era por la noche, mi amiga Vanesa yo volvíamos de un cumpleaños, nuestra amiga Noelia cumplía 23 años, creo. Decidimos ir andando del metro a nuestra casa, y así hablar tranquilamente de nuestras cosas.
De repente alguien se acercó a la espalda de mi amiga

- Dame todo el dinero. –la dijo en un tono más bajo de lo normal.

Entre la sordera de mi amiga, y que pensábamos que era algún amigo mutuo que nos gastaba una broma, no hicimos caso, pero el sujeto insistió.

- Qué me des todo el dinero, coño –mientras lo decía le clavaba una cosa punzante en la espalda a Vane. Nos dimos cuenta que el atraco iba en serio, y nos asustamos de verdad.

Era un tipejo bajito, no más de 1,60, y la cosa punzante era un abrecartas. No podía consentir que un tipejo así acojonara a Vane, así que armándome de valor le dije;

- No te va a dar nada, cabrón – mientras empujé a mi amiga separándola del atracador.

El seguía insistiendo pero ahora me apuntaba con el punzón.

- Qué me des todo el dinero, hostia. –y se dirigió hacía mi.

En un segundos estábamos enzarzados en una pelea, yo le daba puñetazos en lacara y en el cuerpo y el me apuñalaba con el abrecartas, yo tenía una chaqueta de cuero y ni notaba las incisiones. Sin saber como le tiré al suelo, justo entre dos coches y asustado se fue a la mediana de la calle. En ambas direcciones pasaban coches, rodeándole.

En ese momento no sé que me dolía más mi orgullo o el intento de hacer daño a mi mejor amiga, y con una valentía nunca vista en mí, volví a retar al atracador.

- Ven aquí, cabrón. Qué te voy a matar¡¡¡ - grité con todos mis pulmones.

El atracador de medio pelo me hizo caso, y volvió. Nos volvimos a encarar en una pelea, y nuevamente fue vencido. Mientras nos peleábamos Vanesa no paraba de gritar, asustada, que me dejará en paz, que le daba todo el dinero que tenía. Un nuevo puñetazo le tiró de nuevo al suelo, con la consiguiente fuga.
Antes de irse definitivamente, unos vecinos escucharon el griterío de mi amiga y vinieron a ayudarme, aunque creo que hubiera necesitado él más ayuda que yo.

Mi amiga dejó de llorar y un vecino, amablemente, la llevó en su taxi, aunque la cobró la carrera.

Siempre que cuento esta historia a mis amigos me dicen que soy un héroe, que fui muy valiente, pero en cambio cuando se lo cuento a mis amigas me dicen que fui un gilipollas, y demasiado chulo. No sé que pensar.

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