jueves, 27 de noviembre de 2008

-14-

En este ayer, que pocos olvidamos, existe el mañana, color oro, color sangre, color hoy.
Huracán ventoso, de tímido niñez, y prematuro despertar.
Guitarra floja, sin retorno, rasga un tono naranja y blanco.
Pasado pasado y fututo atardecido. Andar cansino.
Hiero tu ojo derecho, y grita tu silencio:
-¿Cómo está mi felicidad?
Envuelve mi yo, y mi ser, con la última bocanada de humo, denso y disperso.

Una cosa más… (Un atronador silencio, invade la oscuridad, escucho sin escucharte, una sola palabra)

El azul, azul, agítese antes de usar, arrasa sin compasión el acantilado mayor.
Su voz trae hilos transparentes, y nos dice:
-Volveré, pero ya no me veréis.
Y se retira, abrazando como lo que es, a ese amigo suyo, niño de nombre, alma de hombre.
Veo sin mirarte. Te amo sin tener corazón. Te toco, ¿Para qué?

Una cosa más… (Escuchándose un grito de ayuda en la letanía)

El viento, certero y dudoso, se para ante mi, y mira a quien no le puede mirar.
¿Quién eres, Dios sin lunar?
Tu huella, como mi pasado, perdura en mí como la sombra hermana del que nació cuando morí.

Una cosa más… (Lejano como un recuerdo, noto tu presencia cercana. Me giro, no la veo)

Llueve, pájaro, llueve.
No dejes caer de tus alas ni una sola de tus lágrimas. No dejes caer ninguno de tus cuatro colores.
Anda, pajarito, pero no vueles. Quiero tu cantar, que se vuelve verdad, cuando es para mí.
Abre los ojos, mi pájaro. Aquí estoy, no olvides que yo nunca fui real,
pero los dos si lo somos.

Una cosa más… (Olvido tu nombre, olvido tus ojos, olvido… el recuerdo mismo. Ya siempre diré: Me acuerdo de ti, pero en la noche solitaria)

Atróname, puédeme, hiéreme, mátame, sálvame, báilame.
Bendito añil, bendito pasado, malditos toros de oro y cruz floreteada.
Tranquilo, tu eco sonará donde los búhos azules aniden y canten. Cuando caiga la lluvia amarilla.

Una cosa más…

Amanece color fuego. Y es el fuego el que se apodera de mí.
Las mentiras se tornan certeza.
Quiero tus ojos dentro de mis manos, que son suaves y puntiagudas.
Limpiemos nuestro escudo, y mirémonos al espejo, tú de un lado, yo desde dentro.
Y ahora, con el último cigarrillo, miro tu boca y cierro mis ojos. No diré más.

Ya nadie más subirá o bajará. Hablará o silenciará. Mirará o ignorará.
Ya nadie vera tu cara recién lavada.
La soledad es la misma que la nuestra,pero nosotros viviremos cuando mueras

No hay comentarios: